Diego Velázquez Betancourt, escritor y editor.

La Humanidad enfermó de gravedad y se autorrecetó el guardar cama porque ninguna de sus medicinas servía. Se encerró en todos y cada uno de sus agujeros, covachas y mansiones y, convaleciente, dejó unos meses en pausa su loca carrera hacia su ya visible abismo de cataclismo climático azuzado por el sálvese-quién-pueda.

Quedaron vacías las escuelas, las calles, los mercados, las autopistas, las orgías.

Afiebrada, veía todas sus desgracias acumuladas, pero su mente las disfrazaba de un extraño sentido del deber. Se decía con el pendiente: "¿quién estará ahorita a cargo de mis pobres minas?, ¿quién talará el Amazonas?" ¿Quién expandirá la huella de concreto, espantará a los animales de la periferia urbana, alimentará la hoguera de las chimeneas, arrojará su claxonazo al viento, el aliento ensordecedor de sus embotellamientos?

¿Quién le enseñará esto a los niños?