Según las tradiciones religiosas más arraigadas en occidente, si cumplís con ciertas normas tu alma obtendrá una recompensa una vez que hayas muerto. Es decir que vivirás eternamente en un lugar idílico llamado cielo o arderás en otro llamado infierno.

La palabra alma viene del latín “ánima”, que se usaba para designar aquél principio por el cual los seres animados están dotados de movimiento propio.

Hoy en día la palabra alma se utiliza, en las religiones, para denominar aquella esencia interior invisible, intocable, indemostrable, que sería el componente espiritual de los seres humanos.

A veces se habla del alma como si estuviera encarcelada en un cuerpo.

A veces se la reconoce como al propio ser, a la criatura o persona en su totalidad, no como algo que tengamos en nuestro interior y que sobreviva a la muerte del cuerpo.

Lo cierto es que algunos de estos conceptos y la palabra en sí misma, alma, son partes de la cultura humana, aunque sus definiciones varien de acuerdo a los tiempos que corran y al pensamiento filosófico de quienes utilicen la palabra alma.

Mario Corradini ©
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