Había una vez un hombre sin amor en su corazón. Su esposa, hijos, o incluso el perro, no encontraron ningún vínculo con él a lo largo de los años. Su amargura hacia su familia era tan intensa que su esposa no podía recordar la última vez que escuchó las dos palabras, “te amo”, de él. Por lo tanto, se preparó para tres palabras mágicas, “Quiero el divorcio”, o si eso no iba a suceder, lo mínimo que esperaba escuchar eran dos palabras terribles pero reconfortantes, “Está muerto”, de sus hijos y en -leyes un día. Sin amor, las cosas iban tan mal para la familia que los niños tenían que ver la televisión en silencio sin decir una palabra mientras ahogaban sus risas. El perro también había aprendido a ladrar en silencio. Lo hicieron para evitar escuchar sus terribles palabras llenas de maldición, odio, ira y rabia. Un día, su esposa fue a su oficina a darle de comer. Se comió ese trozo de pollo que le había traído su esposa mientras aún lograba maldecirla y gritarle. De repente, se atragantó y cayó como un muerto al suelo. Al abrir los ojos, vio al juez del cielo que le preguntó: "¿Por qué debo dejarte entrar?" Mientras el hombre pensaba mucho en las razones para ser dejado entrar al cielo, escuchó el sonido de los que estaban siendo torturados en el infierno. Pensó en cómo había tratado a su mamá, papá, esposa, hijos e incluso al perro. Las lágrimas brotaron de sus ojos y cayeron como gotitas, golpeando las nubes del cielo. También escuchó las voces y oraciones de su esposa e hijos rogándole a Jesucristo que le diera “una segunda oportunidad ."

Cuando escuchó su increíble bondad, dijo: “Señor, no se me debe permitir entrar al cielo, el infierno es mi lugar, porque ni siquiera merezco ser salvo por la gracia, y no merezco otra oportunidad. Pero si me das otra oportunidad en la vida, seré un hombre diferente para mi esposa, mamá, hijos e incluso para el perro. Seré cristiano y te serviré como debo. no maldeciré. Leeré tu palabra, oraré e iré a la iglesia”. Cuando el juez vio la veracidad de su palabra, la sangre cayó de sus manos y pies, y dijo: "Te enviaré de regreso y te daré otra oportunidad en gracia, pero ten cuidado con tus acciones". En ese momento, el hombre despertó de su sueño y vio a su esposa llorando y le dijo: “Te amo”. Al oír esas palabras —te amo— se desmayó y cayó al suelo. Cuando despertó, casi sin poder creer lo que había escuchado, le preguntó: "¿Cuáles fueron las palabras que dijiste?" Con gusto repitió: “Te amo. Y amo a los niños, al perro y al resto de nuestra familia. Decidí ser cristiano de verdad de memoria, esta vez sería diferente a las anteriores”. Entonces, aunque anteriormente había sido cristiano, lo era por nombre, no por acción. Desafortunadamente, sin embargo, no todas las personas tienen la misma oportunidad que se le da a este hombre. Se nos enseña en la Biblia en Hebreos 9.27 que cuando uno muere, nuestro juicio está asegurado. Sin embargo, este hombre, tal vez a través de su arrepentimiento sincero, recibió el regalo de otra oportunidad para corregir sus errores. Ahora, le encanta el sonido del ladrido del perro y la risa de sus hijos cuando ven la televisión con el sonido al máximo. Y ama a su esposa, que ya no tiene pensamientos de divorcio. Lo único que quiere escuchar son las palabras de su esposo cuando le dice te amo, que felizmente repite cada mañana, tarde y noche que termina.