Alfonsina Storni: la poeta que escribió con una sustancia fosforescente
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Llega Poesía para la vida a BibloRed Pódcast con un primer episodio donde la poeta argentina Alfonsina Storni es la protagonista. Podrás aprender sobre algunos detalles de la vida de...
show moreJuan Afanador, del equipo de programación cultural de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá - BibloRed, charla con Ana María Jaimes y Malory Camargo, dos de las editoras de Enredadera, editorial independiente que lanzó en el 2019 la antología Me queda la palabra de Alfonsina Storni, disponible en nuestro catálogo en La Red; ellas cuentan su experiencia con la obra de la poeta argentina.
Asimismo, en este episodio podrás escuchar dos de los poemas más conocidos de Alfonsina Storni y su análisis: ‘Y la cabeza comenzó a arder’, del libro Mundo de siete pozos de 1934, y ‘Hombre pequeñito’ del título Irremediablemente de 192; ambos textos los puedes encontrar en la transcripción de esta nota.
Recuerda que si quieres conocer más la obra de esta poeta argentina, en BibloRed puedes encontrar libros como Alfonsina Storni para chicas y chicos, Nosotras y la piel selección de ensayos de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, entre otros títulos.
Créditos:
Invitadas: Ana María Jaimes y Malory Camargo, editoras de la editorial independiente Enredadera.
Investigación y locución: Juan Afanador, del equipo de programación cultural.
Producción, edición y publicación: David Fernando Rocha, productor de audio y podcaster de BibloRed.
Dirección: Isabel Salas, líder del equipo de comunicaciones de BibloRed, y David Fernando Rocha, productor de audio y podcaster de BibloRed.
Poemas que se leen en este episodio:
Y la cabeza comenzó a arder
Sobre la pared
negra
se abría
un cuadrado
que daba
al más allá.
Y rodó la luna
hasta la ventana;
se paró
y me dijo:
“De aquí no me muevo;
te miro.
No quiero crecer
ni adelgazarme.
Soy la flor
infinita
que se abre
en el agujero
de tu casa.
No quiero ya
rodar
detrás de
las tierras
que no conoces,
mariposa
libadora
de sombras.
Ni alzar fantasmas
sobre las cúpulas
lejanas
que me beben.
Me fijo.
Te miro”.
Y yo no contestaba.
Una cabeza
dormía bajo
mis manos.
Blanca
como tú,
luna.
Los pozos de sus ojos
fluían un agua
parda
estriada
de víboras luminosas.
Y de pronto
la cabeza
comenzó a arder
como las estrellas
en el crepúsculo.
Y mis manos
se tiñeron
de una substancia
fosforescente.
E incendio
con ella
las casas
de los hombres,
los bosques
de las bestias.
Hombre pequeñito
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario, que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala;
No me pidas más.
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