Desde antes de la pandemia era claro que el contexto global exigía empresas más sostenibles y sustentables. Por ello, fueron integrando en sus estrategias modelos y programas para adaptarse a las nuevas tendencias regulatorias, mantener un Gobierno transparente y estable, aportar valor a sus grupos de interés, y desarrollar su actividad de forma más eficiente y respetuosa con el medio ambiente y las comunidades.

Un estudio de Deloitte sobre los “ODS Desde una perspectiva empresarial” señala que el uso de energía representa aproximadamente el 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. 2,800 millones de personas dependen de la madera y el carbón para cocinar y calentarse. Ocasionado una severa contaminación del aire, que se estima causa más de 4 millones de muertes al año.

Se estima que la demanda de productos eficientes en energía podría crecer del 7 al 8% anualmente, alcanzando un valor de 530 mil millones de dólares en 20 años.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 7: Energía asequible y no contaminante, se centra en la accesibilidad energética. Actualmente, una de cada cinco personas en todo el mundo no tiene acceso a la electricidad.

Las empresas que aplican políticas, procesos y acciones para asegurarse del cumplimiento de las normas relacionadas con el medioambiente, han reconocido que no solamente robustecen sus programas de cumplimiento ante una gran cantidad de riesgos; sino que este ejercicio les ha permitido encontrar oportunidades para disminuir costos operativos.

Por ello, la protección al medioambiente y las prácticas sostenibles son estándares indispensables que toda compañía debe tener. Ser responsable con el ambiente se ha vuelto otro producto de negocio más, con beneficios tangibles como el aumento de ventas, la revalorización de la marca y reducción de sanciones.