El brasileño que quiso ser el más rico del mundo y se arruinó

Dec 5, 2022 · 7m 44s
El brasileño que quiso ser el más rico del mundo y se arruinó
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Eike Batista nació en el estado de Minas Gerais, en Brasil, en el año 1956. Hijo de un empresario metido en el mundo de la política, y con una madre...

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Eike Batista nació en el estado de Minas Gerais, en Brasil, en el año 1956. Hijo de un empresario metido en el mundo de la política, y con una madre alemana que le inculcó valores como la autoestima o la disciplina, tuvo una infancia cómoda.

Estudió en su país de nacimiento, pero por el trabajo de su padre la familia entera tuvo que mudarse a Europa. Primero a Suiza, y después a Alemania, a Düsseldorf. Allí es donde comienza un curso de Ingeniería Metalúrgica. Estudios que combina con un trabajo de vendedor de seguros a puerta fría, para poder tener cierta independencia económica. Una experiencia, siempre ha recordado, que por el estrés que vivió y el aprendizaje adquirido fue clave en su formación.

Sin embargo, descubre por las noticias que en el centro de Brasil se está viviendo una auténtica fiebre del oro. Así que decide abandonar los estudios y regresar a su país natal. Negocia con fabricantes de joyas de Sao Paulo y Río de Janeiro, y logra que le den un préstamo para comprar una mina de oro.

La inversión es todo un éxito, y gana rápido su primer millón de dólares. En año y medio los ingresos ya alcanzaban los 6 millones. Pero estas operaciones ya nacen rodeadas de polémica, entre acusaciones de contar con información privilegiada, procedentes de su padre, aunque Eike siempre lo ha negado, y nunca pudo demostrarse. Lo que sí está comprobado es que su padre le proporcionó todos los contactos necesarios a lo largo de su carrera, desde inversores internacionales, a gobernadores, a los que podía presentarles sus proyectos.

Con los ingresos logrados, y cuando solo tenía 21 años, monta su primera empresa, EBX, dedicada a la extracción de oro. En la década de los 80 la empresa se expande, y cierra asociaciones con gigantes del sector, como, por ejemplo, Río Tinto.

También en esa época comienza a introducirse en otros negocios, lanzando diferentes compañías en los sectores de la energía, el petróleo, el gas, la logística, la inmobiliaria o el entretenimiento, entre otras. Profundamente supersticioso, todas las empresas de su imperio incluían la letra X en su nombre, símbolo de la multiplicación.

Eike Batista no solo se hace rico, sino que empieza a vivir la fama por todo lo alto. Se casa con Luma de Oliveira, popular reina del carnaval y chica Playboy, con la que acude a las fiestas más importantes. Colecciona coches de lujo. Se compra un avión privado. Y rompe récords con su lancha motora.

Y a pesar de todo, en realidad Eike Batista aún tenía sus mayores éxitos por delante. Es a partir de la década de los 2000, coincidiendo además con el auge económico de Brasil, cuando su imperio se dispara. Con todo el dinero acumulado, invierte en la expansión de su empresa petrolera, OGX.

La compañía participa en las subastas que organiza la Agencia Nacional del Petróleo, y se hace con la gestión de la explotación del yacimiento petrolero de Tupi. Los expertos consideraban que contaba con reservas para llegar a producir 1,4 millones de barriles diarios. La economía brasileña parecía ajena a la crisis que afectaba a todo el mundo. Y parecía que iba a convertirse en uno de los mayores productores de petróleo de todo el mundo.

Con esas perspectivas, el valor de las acciones de la compañía empieza a dispararse. En 2008, Eike Batista ocupa la posición 142 de la lista Forbes, con una fortuna estimada de unos 6.600 millones de dólares. Ahí, empieza a anunciar en público que su objetivo es convertirse en el hombre más rico del mundo. Su fortuna no deja de crecer, y en 2012 alcanza los 30.000 millones de dólares, convirtiéndose en la octava mayor del mundo, y la más grande de Sudamérica. Es entonces cuando, en un encuentro con Carlos Slim, por entonces el más rico del mundo, le anuncia que pronto le va a superar en la lista.

En aquella época Eike Batista era una de las personas más relevantes de Brasil, por su riqueza y su poder, tan solo superado por la presidenta Dilma Rousseff. Todos los políticos y empresarios querían hacerse fotos con él. Era el ejemplo de la pujanza de la economía brasileña. Presumía en redes sociales de sus logros, y lanzaban consejos para los emprendedores que estaban empezando.

Nadie podía presagiar lo que iba a ocurrir en tan solo unos meses. OGX anuncia que no va a poder cumplir con los objetivos marcados en cuanto a la producción petrolera. Aparecen las dudas sobre el grupo, la economía brasileña se ralentiza, y los inversores huyen. En un año, el valor de las acciones de la empresa se hundió un 96%.

Gravemente endeudado, confirma que no va a poder pagar ni a sus tenedores de bonos ni a sus proveedores, a pesar de que vendió sus yates, sus empresas y parte de sus propiedades. Impaga un bono de 45.000 millones de dólares, el mayor de una empresa en la historia de Latinoamérica. Y, finalmente, la empresa quiebra.

Por si fuera poco, en el marco de una gigantesca operación policial sobre la corrupción de los políticos en Brasil, descubren que Batista había sobornado al gobernador de Río de Janeiro para obtener contratos públicos. Le había pagado más de 16 millones de dólares. Un juez ordena la detención del empresario cuando este está en Nueva York. Cuando todo el mundo especulaba con una huida, reserva un vuelo a Brasil y se entrega.

Es la segunda vez en la historia que un millonario que ocupa uno de los diez primeros puestos de la lista Forbes es detenido. El primero fue el narcotraficante Pablo Escolar.

A pesar de su fama, le retienen en una celda común, con otros delincuentes. Al no haber completado su formación universitaria, no tenía derecho a una celda especial.

Acusado de corrupción, blanqueo de capitales y manipulación del mercado bursátil con información falsa, combina penas que suman 123 años de cárcel. Y de su fortuna solo quedan restos.
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Author elEconomista
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