El invitado de hoy en Tiempo de Clásicos es sin duda uno de los grandes símbolos de la música: Ludwig Van Beethoven.
Hoy nos centraremos en sus cuartetos de cuerdas. Beethoven compuso 16 cuartetos de cuerdas, y la Gran fuga, que en ocasiones se conoce como el cuarteto número 17, ya que el compositor la escribió como final para el cuarteto número 13, pero finalmente la separó de este y quedó como composición autónoma.
Los cuartetos de cuerdas de Beethoven, suponen una de las cimas de la música camerística, dentro del formato rey del género, el cuarteto de cuerda. Junto a los cuartetos de Haydn o Mozart, que sirvieron de primera influencia, los cuartetos de Beethoven se establecieron como las formas canónicas en las cuales los posteriores compositores se basaron.

El cuarteto que abodaremos en esta ocasión es el cuarteto núm. 10 para cuerda en mi bemol mayor op.74, más conocido como “Las arpas”. El sobrenombre se debe a los sonidos tan característicos hechos con la técnica del pizzicato, esto es en español “pellizcar” la cuerda en vez de frotarla con el arco, que podemos encontrar en la pieza, principalmente en el primer movimiento, y que se establecen como un rasgo definitorio del cuarteto en contraste con otros. Este cuarteto fue compuesto en 1809 y se le atribuyen muchos rasgos similares, en un plano camerístico, a los que podemos encontrar en su quinta Sinfonía. La estructura de la pieza es la siguiente:
Primer movimiento: Poco Adagio-Allegro, segundo movimiento: Adagio ma non troppo; tercer movimiento: Presto; y por último cuarto movimiento: Allegretto con variazioni. Vemos que es una estructura completamente clásica dentro de los cuartetos de cuerda.
Escuchemos una versión interpretada por un cuarteto de cuerda formado exclusivamente por mujeres con el nombre Cuarteto Óscar Esplá de Asisa y que está formado por Raquel Areal Martínez al violín, Patricia Cordero Beltrán al violín segundo, Raquel De Benito Forriol a la viola y Montserrat Egea al violonchelo.
Es relevante señalar que sea un cuarteto de mujeres, ya que hasta hace muy poco la presencia femenina en el mundo de la música clásica era inexistente. Por ejemplo la célebre Filarmónica de Viena, no aceptó mujeres hasta el año 1997 después de un agrio debate, y desde su nacimiento en el 1842. Hoy en día podemos encontrar grandísimas intérpretes femeninas de música de cámara o en las grandes orquestas del mundo y aunque en muchas orquestas clásicas la proporción de hombres es netamente mayor, las distancias se han reducido en estos últimos años y se sigue progresando para eliminar todas esas trabas.