Una de las estrategias habituales de la izquierda política y mediática, muchas veces seguida por una derecha acomplejada, es buscar un malo para justificar sus campañas. Es lo que sucede con Netanyahu que es mostrado como el paradigma de las indignidades. Esto permite dar rienda suelta al más desaforado antisemitismo alegando que todo es culpa suya y lo convierten en un Lucifer que ha
emprendido una guerra por intereses personales. Por supuesto, el pueblo israelí es inocente porque es manipulado por un personaje atroz. Una vez más, el perfil parece surgido de una película o serie de escasa calidad. Los poderosos medios de comunicación de la izquierda europea marcan la pauta en esta estrategia que es asumida por mucha gente bien intencionada. No se dan cuenta que al otro lado están regímenes totalitarios como Irán y Rusia, así como sus
tentáculos terroristas de Hamás e Hizbulá que no respetan los derechos humanos y las libertades públicas. Ni son demócratas ni quieren instaurar regímenes democráticos, sino sistemas en los que se persigue brutalmente a los disidentes y los homosexuales, no hay libertad religiosa y se margina a las mujeres.
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