El lunes después de la votación me levanté muy temprano pensando en otra cosa diferente al triunfo de Gustavo Petro. Ganarse la presidencia requiere de algo más. ¿Qué es eso que no tuvo el ingeniero? Aquí me saltan las últimas dos semanas de la campaña. Me saltan los famosos Petrovideos. Y detrás de ese último escándalo de campaña la evidencia clara de que las bodegas existen, hacen parte, determinan el curso de la política.

No es la primera vez que salen a relucir las bodegas. Pero fue explícito, fue impactante y no hubo mucha explicación. Ya electo, es un tema del que no se habla, pero del que aún vale la pena indagar. Porque pueden jugar un role en los siguientes 4 años. ¿Irán en incremento? ¿Se convertirán en elementos constantes de nuestra política? ¿Serán legitimadas? ¿Serán normalizadas? ¿Se irán sofisticando? ¿Tendrán algún freno?

No voy a hacer un juicio ético de las bodegas en estas elecciones, porque fácilmente siento que llegaríamos rápidamente a la conclusión de que son un asco y no deberían existir. “Máquinas de noticias falsas para distorsionar realidades y afectar percepciones en momentos coyunturales”. Eso es la manera más resumida en la que puedo describir una bodega. Pero en realidad no sé qué son, no sé cómo funcionan, no sé quién está detrás, no sé quién las administra, no se si tienen un impacto real en la política o están sobrevaloradas, no se si se utilizan en otros campos.
Y aquí me desnudo y me declaro un completo ignorante del mundo de las bodegas para empezar a indagar.

Para este capítulo hablé con Diego Santos que ha trabajado para Twitter; con Esteban Ramírez, experto en escuchas digitales, con La Liga del Silencio, con Daniel Samper, con Carlos Fernando Galán, con los periodistas Yohir Akerman, Amalia Londoño y Juan David Ortiz, el tema: Las bodegas digitales de los políticos. Hablamos hasta con un asesor digital que me confirmó anónimamente cómo y cuánto costó el montaje de una bodega de 7000 cuentas para un político costeño.