Leonardo del Vecchio, el niño criado en un orfanato que se hizo millonario gracias a las gafas

Jul 4, 2022 · 9m 25s
Leonardo del Vecchio, el niño criado en un orfanato que se hizo millonario gracias a las gafas
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El italiano Leonardo del Vecchio ha sido el ejemplo perfecto de lo que es una persona hecha a sí misma. Nació en Milán, en 1935, y lejos de heredar una...

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El italiano Leonardo del Vecchio ha sido el ejemplo perfecto de lo que es una persona hecha a sí misma. Nació en Milán, en 1935, y lejos de heredar una fortuna, fue criado en un orfanato. Fue un visionario que, tras trabajar en varias fábricas, se dio cuenta de que las gafas no eran solo una herramienta para ver mejor, sino que también tenían un componente de moda y diseño. Con esa idea en la cabeza lanzó Luxottica, que acabó siendo el mayor fabricante de gafas del mundo, lo que le convirtió en una de las personas más ricas. Del Vecchio ha fallecido este mes a los 87 años.

De familia muy humilde, Leonardo del Vecchio ni siquiera llega a conocer a su padre, un vendedor de verduras en las calles de Milán que fallece cinco meses antes de su nacimiento. Su madre, que tiene tres hijos más, lo deja en un orfanato cuando Leonardo tiene 7 años. Una reciente biografía autorizada cuenta que su paso por el orfanato le formó un carácter de acero, y fue donde aprendió el gusto por esa precisión que luego como empresario le dio tantos éxitos. En plena adolescencia, con tan solo 14 años, Leonardo se pone a trabajar en una fábrica. Una decisión que, sin saberlo, acabaría marcando su futuro.

La planta en la que trabaja como aprendiz, dedicada al diseño de piezas metálicas de todo tipo, incluyendo monturas para gafas, le abrió, nunca mejor dicho, los ojos sobre lo que quería hacer con su futuro. Por ello, decide compaginar su empleo con un curso por las tardes de diseño industrial, en el que aprende a tallar y grabar metal.

Con 22 años y con los estudios completados, se traslada a Trentino, donde se incorpora como obrero, ya no aprendiz, en una empresa de grabados. Ahí es donde descubre su pasión por el mundo de las gafas, y donde tiene su gran visión: no son solo una herramienta para ver mejor, o para protegerse de sol, sino que son un producto de moda, con estilo, en el que el diseño juega un papel fundamental.

Más tarde, decide trasladarse a Agorno, el epicentro de la industria de las gafas en Italia, que además ofrecía facilidades para las personas que quisieran fundar allí su empresa. Y allí nace Luxottica, una compañía que inicialmente se enfoca en fabricar piezas metálicas para gafas y herramientas vinculadas con este arte.

El negocio es un éxito, pero Del Vecchio no se conforma. Tres años después, deja de fabricar piezas y comienza a desarrollar monturas completas. Cuenta ya con 14 empleados. Y En 1967, mientras continúa produciendo productos semi-acabados para terceros, comienza a desarrollar la idea que le acaba catapultando al éxito: fabricar gafas completas para terceros.

Leonardo acude a una feria del sector en Milán, y sus productos triunfan entre los asistentes por su originalidad, su diseño y su excelente manofactura. Tiene tanto éxito entre el público, y recibe tantos pedidos, que decide que tiene que empezar a vender sus propias gafas, bajo su marca.

Pese al éxito, Del Vecchio sigue sin estar convencido. Cree que le falta mayor contacto con el cliente final, lo que le impide conocer mejor el sector y las necesidades del público. En 1974, soluciona este déficit con la compra de Scarrone, una distribuidora que estaba más que asentada en el mercado italiano, y que le permitía controlar la venta de sus propios productos. Ahora sí, el sueño estaba cumplido: controlaba todo el proceso, desde el diseño de las gafas, su producción y su distribución.

Entramos en la década de los 80, en la que Luxottica da el salto definitivo. Comienza su expansión internacional, con una filial en Alemania, un país que también contaba con una amplia tradición en el campo de las gafas. Y es entonces también cuando entra en Estados Unidos, repitiendo la fórmula que ya había hecho y que repetiría después muchas veces: comprar una marca ya asentada. La elegida es Avantgarde, una compañía de gafas norteamericana, para lo que pide un importante préstamo. Abre cuatro nuevas fábricas, y contrata a más de 4.000 personas. En solo un año ya había devuelto el dinero.

Del Vecchio mantenía a la empresa en constante crecimiento. Y, además, no dejaba de invertir en innovación, desarrollo y diseño. El objetivo seguía siendo fabricar las mejores gafas posibles. Perseguía la excelencia.

Mientras tanto el proceso de expansión continuaba. Seguía adquiriendo empresas en Estados Unidos, al tiempo que abría sus propias filiales en Reino Unido, Francia y Canadá.

Y cuando la década tocaba a su fin, otro movimiento revolucionario para la industria llevado a cabo por Leonardo del Vecchio. Ya tiene claro que las gafas son un accesorio de moda, una expresión de estilo. Y decide firmar un acuerdo con el diseñador Giorgio Armani, uno de los símbolos de Italia, para producir su línea de gafas.
Esta colaboración, que se extendió durante 15 años inicialmente -la retomaron de nuevo en 2013-, fue el comienzo de una cartera de licencias con las principales marcas de moda de todo el mundo. Las gafas de cualquier firma de lujo que podamos imaginar están fabricadas por Luxottica: Versace, Tiffany, Prada, Ralph Lauren, Michael Kors… todas.

En la década de los 90, se convierte en una empresa cotizada, saliendo a bolsa en Nueva York. El dinero ingresado con esta maniobra le da margen para seguir adquiriendo compañías del sector. Y es en ese marco en el que se producen los dos últimos grandes movimientos de Loxittica, que le consolidan como la marca de gafas más importante del mundo: la compra en 1999 de Ray-Ban, y en 2007 de Oakley.

La marca estadounidense Ray-Ban, con más de 60 años de historia, tenía algunos de los diseños más icónicos del mundo. Era conocida sobre todo por el modelo Aviador, vinculado con los pilotos del ejército americano. Y sus diseños los llevaban famosos y artistas de todas partes. Estaba en crisis, y Luxottica aprovechó la oportunidad para hacerse con ella por unos 650 millones de dólares. Pero no solo se hizo con su pasado, sino que siguió invirtiendo en nuevos modelos que también se hicieron muy conocidos y consolidaron su imagen de estilo y libertad.

En el caso de Oakley, la empresa de gafas deportivas más importante, también estaba pasando un mal momento en 2007. Viendo su debilidad, Luxottica lanza una OPA hostil sobre ella, comprándola por más de 2.000 millones.

También fueron socios de Google para lanzar las famosas, innovadoras y olvidadas Google Glass.

Para entonces, Del Vecchio ya había dado un paso al lado en la compañía. En 2004 deja al mando a Andrea Guerra. Sin embargo, dicen las malas lenguas que el fundador seguía teniendo la última palabra en todas las decisiones que se tomaban. Finalmente, en 2014, Del Vecchio se cansa y decide recuperar el control de la compañía.

En 2018, cuando Del Vecchio tenía más de 80 años, toma la última gran decisión: fusionarse con la francesa Essilor, la otra gran compañía del sector, formando un gigante europeo valorado en más de 50.000 millones de euros. Hoy por hoy, es la empresa de gafas más grande del mundo, con más de 7.000 tiendas y casi 80.000 empleados.

Además de en Luxottica, Del Vecchio también invirtió en importantes empresas inmobiliarias; en la aseguradora Generali, la más importante de Italia; y era el principal accionista de Mediobanca. Sus problemas con los principales directivos de estas empresas, con los que tuvo fuertes enfrentamientos e incluso intentó derrocar, fueron legendarios.

Una carrera profesional tan larga y exitosa también tuvo momentos de crisis. Las autoridades antimonipolio tanto de Estados Unidos como de Europa siempre han tenido sus ojos puestos en Luxottica, aunque nunca han logrado acusarle. Los expertos consideran que ejerce un oligopolio que le permite subir precios a su antojo, con productos cada vez más caros, a pesar de su escasa evolución. Además, en 2009 tuvo que pagar una multa de más de 300 millones por evasión de impuestos.

Del Vecchio, criado en un orfanato de Milán, llegó a ser la segunda persona más rica de Italia, solo superado por la familia Ferrero, la de los chocolates; y ocupó el puesto 52 de los más ricos del mundo, con una fortuna de casi 22.000 millones de euros. Su última esposa y sus seis hijos se repartirán el imperio heredado.
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