Evangelio Del Día Jueves 11 de Agosto | Perdonar | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 11 DE AGOSTO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XIX Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II III Semana...
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Ciclo C - Año II - Color Verde
XIX Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
III Semana del Salterio
Primera Lectura Ezequiel 12, 1-12
Salmo 77
Evangelio Mateo 18, 21-19, 1
“Hasta setenta veces siete”
Reflexión del Evangelio de hoy (Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.)
Vuelve la voz de Ezequiel a remover nuestros días de estío. Eco de Dios en medio de este tiempo donde nos parece vivir en una casa rebelde. Los ojos han perdido la capacidad de ver y se conforman con una mirada superficial que busca tranquilizar conciencias. Los oídos, aunque oyen, sólo buscan satisfacción en palabras de conveniencia. Oyen lo que les interesa oír, pero no saben escuchar. Es entonces cuando el profeta debe poner tierra por medio, bajo la guía de su Señor. Ser emigrante a plena luz del día y a la vista de todos. Cautivos al destierro como profetas incómodos ante tanto ciego y sordo. Hoy la presencia del cristiano debe de ser un testimonio vivo de un hogar nuevo. Señal, aunque no quieran verlo, de una casa donde se vive en paz, porque Dios habita en ella.
En esa casa no hay necesidad de preguntar cuántas veces hay que perdonar. Ese es el gran desafío que Jesús nos lanzó: aprender a perdonar. Sin contar las veces. Jesús nos da la respuesta y lo hace a través de una parábola. Un siervo que le debía tanto a su patrón que nunca le iba a poder pagar, aunque tuviera varias vidas, recibe el perdón de toda la deuda. Pero aún perdonado no tuvo compasión ante quien le imploró misericordia. El patrón oyó lo que había hecho y se enojó porque su siervo no había aprendido nada al ser perdonado.
Perdonar no es fácil. El dolor no desaparece de un día para otro. Necesitamos ayuda, la fuerza misma que proviene de un Jesús misericordioso. Todo comienza cuando estamos dispuestos a perdonar. Y el perdón de Dios es nuestra gran motivación para perdonar. El primer paso para perdonar es recordar todo lo que Dios nos perdonó. Perdonar es soltar el resentimiento y el deseo de hacer pagar. Jesús habla de perdonar al hermano, no de perdonar una falta u otra. El perdón se dirige al ofensor. Por eso no depende del tipo de falta. No se puede perdonar más o menos. O sí, o no. La parábola nos hace volver la mirada hacia la misericordia de aquel que nos perdona infinitamente y nos da la oportunidad de volver a empezar. Al abandonarnos en su gracia, seremos capaces entonces de perdonar las ofensas que nos haga el prójimo.
El perdón purifica el corazón, renueva el alma y los lava. El perdón nos da salud, nos acerca a Dios y transforma nuestro corazón rencoroso y lleno de resentimientos, en un corazón misericordioso. Un hijo que busca ser como su padre, busca, por encima de todo, en el corazón. La Pascua verdadera sucede en el corazón de aquel que celebra, en la vida, el don del perdón. La renovación de nuestra alma solo sucede cuando el perdón es algo divino en la vida, porque humanamente, hay situaciones que nosotros no conseguimos perdonar.
¿No crees que merece la pena pedir a Dios que nos enseñe a perdonar como El perdona?
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la profecía de Ezequiel
Ez 12, 1-12
El Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, vives en medio de un pueblo rebelde: tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son un pueblo rebelde.
Ahora, pues, hijo de hombre, prepara tus cosas como quien va al destierro y vete de día, ante la vista de todos, a ver si se dan cuenta de que son un pueblo rebelde. Arregla tus cosas como quien va al destierro, de día, ante la vista de todos y sal por la tarde, a la vista de todos, como salen los desterrados. Haz, a la vista de todos, un agujero en la pared y sal por ahí. Ante la vista de todos, échate tus cosas al hombro y sal en la oscuridad; cúbrete la cara para no ver el país, porque te he convertido en una señal para el pueblo de Israel’’.
Hice, pues, lo que el Señor me había ordenado: de día preparé mis cosas como quien va al destierro; por la tarde hice un agujero en la pared, con la mano, y salí en la oscuridad, con mis cosas al hombro, ante la vista de todos.
A la mañana siguiente, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado el pueblo de Israel, ese pueblo rebelde, qué era lo que estabas haciendo? Pues anúnciales: ‘Esto dice el Señor: Estas palabras se refieren al príncipe que está en Jerusalén y a todo el pueblo de Israel, que vive en la ciudad’. Diles: ‘Yo soy una señal para ustedes: lo que yo he hecho, eso harán con ustedes: irán cautivos al destierro y su príncipe, con sus cosas al hombro, saldrá en la oscuridad; perforarán una pared para que pueda salir y él se cubrirá la cara para no ver el país con sus ojos’ ”.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 18, 21–19, 1
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron, le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano’’.
Cuando Jesús terminó de hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que queda al otro lado del Jordán.
Oración
Haz de mí, Señor, una señal; una señal para todos los que me rodean. Te ofrezco mi vida para que la moldees a tu voluntad y la formes de tal modo, que puedas usarme para llamar a todos los que se dirigen a una eternidad sin ti; por tu gran amor, pero también por ellos, me ofrezco, para que alcancen misericordia y la vida eterna.
Acción
Hoy me esforzaré por ser diferente ante los demás, ser diferente como el Señor, hoy cuidaré de que cada acción del día, sea como una señal del gran amor que Dios nos tiene, y espera por todo aquel que lo acepte.
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