Evangelio Del Día Jueves 13 de Octubre | Persecución | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 13 DE OCTUBRE DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XXVIII Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II IV Semana...
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Ciclo C - Año II - Color Verde
XXVIII Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
IV Semana del Salterio
Primera Lectura Efesios 1, 1-10
Salmo 97
Evangelio Lucas 11, 47-54
“¡Ay de vosotros!”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada la lucha? Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando en haber sido abandonado. Jesús nos tranquiliza diciendo: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados» (Mateo 10, 30). Como diciendo que ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su recompensa. Efectivamente, en medio de nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que los entramados oscuros, que quien se lucra sobre la piel de los desesperados, que el que aplasta a los demás con prepotencia... Alguno que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que grita desde la tierra. (Audiencia General, 28 junio 2017)
Reflexión del Evangelio de hoy (Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.)
Ay de vosotros!
Esta tercera sección del evangelio de Lucas, nos muestra a Jesús camino de Jerusalén. En ese camino se va percibiendo con más claridad el papel que Él desempeña ante determinadas actitudes de los líderes religiosos y políticos. En concreto, ante los doctores de la ley. Ante su forma acomodaticia de vivir la ley, adaptada a sus intereses, Jesús manifiesta una actitud cada vez más decidida y asertiva, reprochándoles directamente sus engaños. Es la razón por la que también el enojo y la inquina de sus adversarios se va acentuando.
Los versículos que hoy meditamos nos muestran la reacción de Jesús ante las posturas hipócritas de los doctores de la ley. No es extraño, por eso, que creciera en esos doctores el interés por arrestarlo y condenarlo, ya que Jesús va siendo un problema para ellos, al hablar con claridad de un modo de entender la relación con Dios que difiere bastante del modo como ellos la practican. Él ataca la hipocresía que percibe en el comportamiento de los jefes del pueblo: “Imponéis cargas insoportables a los hombres y vosotros no las tocáis ni con un dedo”. Una frase como esta es la denuncia más clara de una costumbre malvada que manifiesta abuso de poder y falta de coherencia en lo que se enseña. Una actitud que contradice el papel de quienes deberían ser modelo y ejemplo para los demás. Ellos no cumplen lo que enseñan. Peor aún, con su actitud, impiden que otros accedan al Reino.
La hipocresía es el vicio más claro de una conducta desviada. El Papa Francisco, en una de sus homilías en Santa Marta, expresa un enojo semejante: “La hipocresía es el lenguaje del demonio, es el lenguaje del demonio que entra en nuestros corazones y es esparcido por el maligno… tenemos que aprender a acusarnos a nosotros mismos, a reflejar lo que está dentro de nosotros, a ver el pecado, la hipocresía y la maldad que está en nuestros corazones, y decirlo con humildad delante de Dios”.
En ese enfrentamiento con los doctores, Jesús les recuerda algo duro de oír. La vieja y persistente costumbre en todas las sociedades, de eliminar a aquellos que son fieles en la proclamación de la Palabra de Dios y denuncian los atropellos realizados en nombre de la ley. Ahí están todos esos profetas que, a lo largo de la historia, han sido condenados por aquellos que no soportan su fidelidad a la Verdad.
Es la larga historia repetida y testificada siempre. Muchos testigos de Dios han sido asesinados, y lo siguen siendo, por aquellos que se sienten acusados en su malvado proceder. Es una forma de acabar con el mensaje y con el mensajero. Es la conducta de quienes, hoy y siempre, desde el poder, destruyen y acallan la voz de aquellos que denuncian la injusticia y el abuso de los poderosos.
La forma de actuar de los dirigentes del pueblo es condenable y Jesús tiene para ellos palabras muy duras: “¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia! ¡No habéis entrado vosotros, y a los que querían entrar se lo habéis impedido!”. Las palabras de Jesús ponen el acento en un hecho muy grave: el proceder de los doctores de la ley impide que otros puedan entrar en el Reino de Dios. Esas conductas hipócritas son las que se vuelven intolerables para Jesús; de ahí su condena. Los que deberían ser ejemplo para los demás, se convierten en impulsores de leyes y conductas que abandonan a los pobres y sencillos desviándolos de su camino hacia Dios.
Una vez más, Jesús nos hace volver, desde lo formal exterior, hacia lo profundo de nuestro corazón. Dios no es el fiscal dispuesto a probar que somos culpables. Él mira dentro de nuestros corazones donde se halla el origen de todo lo que llevamos a cabo.
Aplicado a nuestra propia vida, es una llamada a la coherencia exigente que indica que, lo que hay en el corazón, tiene su proyección en nuestros actos. Por eso es necesario cultivar nuestro interior, conscientes de que eso es lo que expresaremos en nuestra conducta. Revisar lo que somos y lo que expresamos en nuestro comportamiento, es una necesidad, si no queremos dejarnos arrollar por nuestra rutina o el mero formulismo.
Ser coherentes con lo que creemos, es garantía de vida sincera. Nuestra fe no es mera formulación de ideas. Es una forma de vida que abarca todo lo que somos. Ese esfuerzo nos ha de conducir a expresar en nuestros actos los mismos valores de Jesús. Ese ha de ser nuestro objetivo: imitar a Jesús acomodando nuestra conducta a su modo de obrar. Él ha de ser para nosotros Camino, Verdad y Vida.
Buen día y que Dios nos de fuerza para vivir de verdad su evangelio.
LECTURA DEL DÍA
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
Ef 1, 1-10
Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, les deseo a ustedes, los hermanos y fieles cristianos que están en Éfeso, la gracia y la paz, de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
El nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.
Pues por Cristo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia,
con toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo,
cuando llegara la plenitud de los tiempos:
hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
tuvieran a Cristo por cabeza.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Lucas
Lc 11, 47-54
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y doctores de la ley: “¡Ay de ustedes, que les construyen sepulcros a los profetas que los padres de ustedes asesinaron! Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus padres hicieron, pues ellos los mataron y ustedes les construyen el sepulcro.
Por eso dijo la sabiduría de Dios: Yo les mandaré profetas y apóstoles, y los matarán y los perseguirán, para que así se le pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que fue asesinado entre el atrio y el altar. Sí, se lo repito: a esta generación se le pedirán cuentas.
¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso’’.
Luego que Jesús salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a acosarlo terriblemente con muchas preguntas y a ponerle trampas para ver si podían acusarlo con alguna de sus propias palabras.
Oración
Acepto tu llamado, Señor, a ser santo; no sólo lo acepto sino que es también mi deseo, quiero ser santo. Revísteme de esa santidad que viene de ti, sé que por mí mismo no la podría obtener, pero también sé que tú has derramado tu gracia en mi vida para que te conozca y te ame, por eso me atrevo a desearla y pedírtela. Yo por mi parte me mantendré alabando y bendiciendo tu Nombre en cada momento de mi vida.
Acción
Hoy seré muy cuidadoso de estar alabando a Dios todo el día, hasta por las cosas más pequeñas, y veré de darle gloria en cada cosa que me ocurra.
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