Evangelio Del Día Martes 19 de Julio | Permanezcan En Mi Amor | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 19 DE JULIO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XVI Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II IV Semana...
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Ciclo C - Año II - Color Verde
XVI Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
IV Semana del Salterio
Primera Lectura Miqueas 7, 14-15. 18-20
Salmo 84
Evangelio Mateo 12, 46-50
“El que cumple la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El Evangelio de hoy también habla de otro malentendido, muy diferente con Jesús: el de sus familiares, quienes estaban preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía una locura. (cf. v 21). De hecho, Él se mostró tan disponible para la gente, sobre todo para los enfermos y pecadores, hasta el punto de que ya ni siquiera tenía tiempo para comer (…) Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús. Hablar mal de los demás, destruir la fama de los demás nos vuelve la familia del diablo. Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. (Ángelus, 10 junio 2018)
Reflexión del Evangelio de hoy (Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.)
Se complace en la misericordia
Leemos hoy unos versículos del final del libro de Miqueas. Un libro que, pese a las difíciles situaciones por las que atraviesa el pueblo y a las numerosas amenazas de castigo por el pecado, va a finalizar con una mirada esperanzada al futuro. En forma de una oración suplicando por su pueblo, al que siente como ovejas perdidas habitando entre la maleza. Nostalgia de Dios, podríamos decir. De los tiempos en que los conducía por el desierto y obraba maravillas por ellos.
Ésta es una experiencia que probablemente no está muy alejada de lo que hoy podemos vivir en nuestro mundo. Es difícil no sentir un desconcierto creciente ante la acumulación de nuevas situaciones de dolor y muerte a las que no somos capaces de poner fin, y que amenazan seriamente el futuro de la humanidad. Tras la pandemia, aún activa, “convivimos” con una guerra inexplicable para la inmensa mayoría, y a la que parece que el poder político no va a poner fin fácilmente… A los incalculables daños que se producen en nuestro mundo en forma de pobreza, explotación, injusticia, crimen… se van añadiendo nuevos capítulos que parecen alejarnos indefinidamente del proyecto de Dios.
También a nivel personal puede ser una experiencia que estemos abocados a vivir en un momento u otro de nuestra vida. Seguramente no son pocas las ocasiones en las que nos encontramos como perdidos, sin saber cómo reorientar nuestra manera de situarnos en la vida; o con dificultades para aceptarnos y asumir nuestra fragilidad y nuestros fallos, las incertidumbres, interrogantes, decepciones, problemas…
Se podría decir que es difícil poner la esperanza en nuestras posibilidades… La oración del profeta proclama la promesa de Dios y su fidelidad como fundamento en el que se apoya nuestra esperanza. Dios es perdón, compasión, misericordia, AMOR en definitiva. Todo cuanto necesita nuestro pequeño pero también enorme corazón humano está en Dios. Estamos “diseñados” para la comunión con Él, “habilitados” para encontrarlo y recibir de Él cuanto necesitamos para vivir con sentido. Sólo es preciso volverse libremente hacia Él.
El que cumple la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre
Nos ocurre, a veces, que estamos acostumbrados a escuchar el texto evangélico y las palabras de Jesús no nos producen el efecto de novedad absoluta e incluso de escándalo que muchas veces contienen.
Y hoy creo que nos encontramos con una de ellas: ¿qué es esto de que nosotros podemos ser el hermano, la hermana o la madre de Jesús?
No es una metáfora, porque Jesús hace esta afirmación en un contexto en el que aparece su familia “verdadera”, la de carne y hueso, la que todos entendemos como familia. Y precisamente aprovecha esta situación para decirnos algo que no podíamos imaginar, que desborda nuestras concepciones y expectativas.
Jesús está rodeado de gente. La llegada de su familia hace que algunas personas consideren que debe atender a los recién llegados, pues tienen un vínculo especial con él, una cierta jerarquía, unos “derechos” que no tendrían todos esos sencillos discípulos que le están escuchando y que casi acaban de conocerle. Pero Jesús no deja pasar la ocasión que se le presenta para tratar de explicarnos lo que pretende en su vida, y lo que sin duda sigue queriendo hoy para la comunidad de creyentes en él.
Él quiere crear una familia sin jerarquías, sin gentes más importantes que otras, con más derechos que otras… su familia es circular, no jerárquica. Todos iguales, en torno a una mesa que se comparte. Iguales por “abajo”, desde nuestra condición de creaturas, pero también ¡iguales por “arriba”!, asumidos por Él, participes de su vida, hermanos, hermanas, madres… con capacidad para hacerle presente en el mundo.
Con alegría agradecida y responsabilidad, le suplicamos que sepamos buscar siempre la voluntad del Padre y cumplirla, para poder “dar a luz al Hijo”.
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la profecía de Miqueas
Miq 7, 14-15. 18-20
Señor, Dios nuestro, pastorea a tu pueblo con tu cayado,
a las ovejas de tu heredad,
que permanecen aisladas en la maleza,
en medio de campos feraces.
Pastarán en Basán y en Galaad,
como en los días de antaño,
como cuando salimos de Egipto
y nos mostrabas tus prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, que quitas la iniquidad
y pasas por alto la rebeldía de los sobrevivientes de Israel?
No mantendrás por siempre tu cólera,
pues te complaces en ser misericordioso.
Volverás a compadecerte de nosotros,
aplastarás con tus pies nuestras iniquidades,
arrojarás a lo hondo del mar nuestros delitos.
Serás fiel con Jacob y compasivo con Abraham,
como juraste a nuestros padres en tiempos remotos,
Señor, Dios nuestro.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 12, 46-50
En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: “Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo”.
Pero él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Oración
¿Cómo podré agradecer tu amor, Señor? Si éste me abruma y sobrepasa mis capacidades y entendimiento. Gracias por ese amor y misericordia, lo único que se me ocurre es ofrecerte mi vida, la que tú mismo me diste, como símbolo de gratitud. Es mi decisión que mi vida te pertenezca, por eso, con San Igancio de Loyola te digo: Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo lo que tengo y poseo, tú me lo has dado y a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo, haz con ello lo que quieras. Sólo dame tu amor y gracia, que eso me basta.
Acción
Hoy seré muy consciente de que cada cosa que soy y poseo le pertenece a Dios y le daré gracias por ello.
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