Evangelio Del Día Martes 24 de Enero | Da De Eso Poco Que Tienes | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 24 DE ENERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde III Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo I III Semana...
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Ciclo A - Año I - Color Verde
III Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo I
III Semana del Salterio
Primera Lectura Hebreos 10, 1-10
Salmo 39
Evangelio Marcos 3, 31-35
“El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano…”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos los que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros, nos hace ser la familia de Jesús. Hablar mal de los demás, destruir la fama de los demás nos convierte en la familia del diablo. La respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. Por el contrario, supone el mayor reconocimiento para María, porque precisamente ella es la perfecta discípula que obedeció en todo a la voluntad de Dios. Que la Virgen Madre nos ayude a vivir siempre en comunión con Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una vida nueva. (Ángelus del 10 de junio de 2018)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Sor Cristina Tobaruela O. P.)
Aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad
El autor de la carta a los hebreos nos explica cómo la ley antigua ordenaba innumerables y complicados ritos y sacrificios para lograr la purificación de los pecados. Sacrificios que debían ser repetidos una y otra vez, pues eran totalmente ineficaces para lograr su propósito de santificar al pecador, y sólo podían otorgarle cierta pureza legal.
Aplicando las palabras del Salmo 39 presenta a Jesús como el que viene a cumplir en todo la voluntad del Padre, asumiendo un cuerpo humano para, de esta forma, santificar la vida de los hombres. Y lo hizo, no ofreciendo sacrificios rituales a Dios, sino que ha querido que su condición humana fuese el lugar donde se realizase plenamente la voluntad de Dios.
Todo el ser de Jesús estuvo orientado a Dios, su corazón, su voluntad, su cuerpo, sus acciones, estaban dirigidas a cumplir la voluntad del Padre. Con su sacrificio y con su muerte restableció el proyecto original de Dios en la creación. Por eso todos quedamos santificados por la oblación de su cuerpo hecha una vez para siempre.
En Jesús descubrimos el verdadero rostro de Dios. Por Él todos quedamos injertados en la salvación.
El que cumple la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre
Mientras Jesús está enseñando, alguien viene a decirle que su madre y sus hermanos le buscan. Jesús aprovecha la ocasión para proclamar el nacimiento de la nueva familia de los que le siguen, que son aquellos que cumplen la voluntad del Padre y viven de acuerdo a sus enseñanzas.
¿Y cómo saber cuál es la voluntad de Dios? A menudo buscamos la voluntad de Dios donde nos parece que debería estar, pero nos olvidamos que la voluntad del Padre se nos manifiesta de forma concreta y a través de personas y circunstancias concretas. Como decía Pablo Domínguez: « Nos escandaliza lo concreto, mientras que lo genérico nos encanta. Todos somos unos santos en lo genérico cuando decimos: “Hágase tu voluntad… te entrego mi alma, mi vida y mi corazón… pero mi peluche, no” “Te obedezco en tus designios eternos, te abrazo con sublimidad…” Pero luego te vienen con que tienes que ir a tal misión y ya… ¡Algo concreto ya no!»
En último término, esperamos que Dios admita nuestra idea de lo que debería ser su voluntad y que nos ayude a cumplir esa voluntad, en lugar de aprender a descubrir y aceptar la suya en las situaciones concretas en las que nos pone a diario Debemos aprender a mirar nuestra vida diaria, todo lo que nos sale al paso, con los ojos de Dios; ahí, en las situaciones cotidianas, se nos revela la voluntad de Dios.
La tentación está en no ver en esas circunstancias que nos rodean la voluntad de Dios, pasar de ellas por ser tan habituales e insignificantes, y tratar de descubrir otra “voluntad de Dios” que se ajuste mejor a nuestra idea de lo que debería ser.
La respuesta está en aceptar que son esas cosas donde se nos muestra en verdad la voluntad de Dios, y actuar conforme a ello en cada momento del día, abandonándonos confiadamente al querer de Dios.
La obediencia al querer de Dios conlleva sufrimiento, cruz. También Jesús “aprendió sufriendo a obedecer” (Heb 5, 8). Y para ello hay que morir un poco cada día. La obediencia a Dios requiere conversión, pero es una obediencia que siempre podemos realizar. Y la cruz no hay que buscarla, viene sin pedirla, y hay que aceptarla, como Cristo abrazó la cruz, porque nuestra cruz no es nuestra, es la de Cristo, y Cristo nos llama a corredimir con Él, a ser obedientes con Él al Padre.
Para ello, contemplemos a Cristo obediente, a Cristo cumplidor de la voluntad del Padre, para, siguiéndole a Él como discípulos, miembros de su familia, poder decirle también nosotros al Señor: hágase tu voluntad.
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la carta a los Hebreos
Heb 10, 1-10
Hermanos: Puesto que la ley de la antigua alianza no contiene la imagen real de los bienes definitivos, sino solamente una sombra de ellos, es absolutamente incapaz, por medio de los sacrificios, siempre iguales y ofrecidos sin cesar año tras año, de hacer perfectos a quienes intentan acercarse a Dios. Porque si la ley fuera capaz de ello, ciertamente tales sacrificios hubieran dejado de ofrecerse, puesto que los que practican ese culto, de haber sido purificados para siempre, no tendrían ya conciencia de pecado. Por el contrario, con esos sacrificios se renueva cada año la conciencia de los pecados, porque es imposible que pueda borrarlos la sangre de toros y machos cabríos.
Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije –porque a mí se refiere la Escritura –: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".
Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado –siendo así que eso es lo que pedía la ley –; y luego añade: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Mc 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: "Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan".
Él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
Oración
Señor Jesús, por tu medio he llegado a ser un digno invitado del banquete de tu eucaristía, que es una anticipación del banquete futuro de tu reino. Ayúdame a permanecer fiel a ti para que, así como participo del banquete de la eucaristía, sea hallado digno de participar en el banquete eterno de tu reino.
Acción
Haré lo posible por participar en otra misa además de la del domingo.
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