Evangelio Del Día Martes 27 de Diciembre | Ven A Mi Vida | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 27 DE NOVIEMBRE DE 2022 Ciclo C - Año I - Color Rojo I Semana del Tiempo de Adviento Liturgia de las Horas Tomo I I...
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Ciclo C - Año I - Color Rojo
I Semana del Tiempo de Adviento
Liturgia de las Horas Tomo I
I Semana del Salterio
Primera Lectura 1 Juan 1, 1-4
Salmo 96
Evangelio Juan 20, 2-8
“Vio y creyó”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra. Él, que quitó la roca de la entrada de la tumba, puede remover las piedras que sellan el corazón. Por eso, no cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido. (Homilia, 11 abril 2020)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad - MM. Dominicas)
Esto que hemos visto y oído os lo anunciamos
Ayer la Iglesia, en la fiesta de san Esteban, ofrecía al Divino Niño, las primicias del martirio, hoy le presenta las primicias de la virginidad consagrada.
Celebramos a San Juan Evangelista, el hijo de Zebedeo, identificado por la tradición con el discípulo amado, autor del cuarto evangelio, Águila de penetrante visión, el más joven de los Doce, virgen, testigo privilegiado de la transfiguración y de la oración en el huerto de los olivos, aquel que recibió a María al pie de la Cruz. El gran Teólogo de la Navidad, pues, a través de él Dios nos ha revelado de manera única las misteriosas profundidades de su Verbo encarnado (Cf. Oración colecta). El 25 de diciembre se proclamó solemnemente el prólogo de su evangelio y a partir de hoy se leerá de manera continua su primera carta.
Así pues, nos detenemos en el comienzo de este precioso texto de la Sagrada Escritura. San Juan nos dice que lo que existía desde el principio, la Vida que se hizo visible, la Palabra hecha carne a la que celebramos en estos días, Él se nos manifestó. No sólo oímos su historia, sus enseñanzas… ¡Hemos tenido experiencia de Él! Lo hemos palpado, entramos en comunión con Él. Jesucristo nos hizo suyos y nos comunica su vida, nos une al Padre en el Espíritu. Él ha transformado nuestra existencia y nos ha llenado de su luz y de su gozo.
Pero nuestra alegría aún no es plena porque tenemos necesidad de que sea compartida por todos los hombres, hermanos nuestros llamados a esta misma gracia. Deseamos que sean uno con nosotros, en el Señor. Debemos pues, sumergirnos en este Dios que nos ama profundamente y que se ha hecho tan cercano, contemplarlo y crecer en amor y comunión con Él para luego dar testimonio, compartirlo. Así lo vivió san Juan “el que durante la cena reclinó la cabeza en el pecho del Señor, apóstol bienaventurado, a quien fueron revelados los secretos divinos y difundió la palabra divina por toda la tierra” (antífona de entrada).
Vio y creyó
En el evangelio lo encontramos corriendo junto a Pedro hacia el sepulcro.
No hace mucho contemplábamos una escena parecida en un contexto diferente: a unos hombres se les anuncia una noticia y van corriendo a corroborarla. Son los pastores en Belén. Tanto ellos como estos apóstoles se encontraron con signos pobres: un Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre; el Mesías, el Señor, pobre entre los pobres y una tumba vacía, tan solo con los lienzos que habían cubierto el cuerpo sin vida del Hijo de Dios.
Pero a Juan, como a los pastores, le bastó: por gracia de Dios, vio y creyó. Él, que había sido testigo de tantas maravillas al lado de Jesús y que lo había visto traspasado en la cruz, supo reconocer su gloria en aquel sitio, en aquel acontecimiento que podía no significar nada pero que lo significaba todo.
Esto nos interpela a nosotros, nos llama a abrirnos al Dios que se revela en lo pequeño: en la encarnación, en el pesebre, en el taller del carpintero, en aquel joven rabino sin estudios, en el Crucificado y en aquellas pobrezas y pequeñeces que cada uno conoce. Si nos une a Él una relación estrecha, si somos amigos y compañeros del Señor, reconoceremos su Presencia, su huella, su actuar discreto pero sublime. Se abrirán los ojos de nuestro corazón como los de san Juan y los de tantos hombres y mujeres mencionados en su evangelio: Natanael, Nicodemo, la Samaritana, Marta de Betania… El amor nos conducirá a la fe y la fe al amor.
Lo cual nos lleva de nuevo a la primera lectura: revelación, experiencia, gozo y vida, testimonio, comunión con los hermanos y con Dios. Así sea. San Juan Evangelista, ruega por nosotros.
LECTURA DEL DÍA
Comienzo de la primera carta del apóstol san Juan
1 Jn 1, 1-4
Queridos hermanos: Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos. Nos referimos a aquel que es la Palabra de la vida.
Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella. Les anunciamos esta vida, que es eterna, y estaba con el Padre y se nos ha manifestado a nosotros.
Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, y juntos estemos unidos con el Padre y su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 20, 2-9
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Oración
Señor, quiero tener una vida llena de tu amor, que cada día pueda experimentar las maravillas de vivir en tu Reino y de tener tu favor, enseñame a transmitr ese gozo y felicidad que es producto de vivir en tu querer.
Acción
Hoy juntaré a mi familia y compartiremos lo grande que es Dios.
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