Evangelio Del Día Miércoles 15 de Febrero | Jesus Cura Nuestra Ceguera | Hoy en Oración

Feb 15, 2023 · 5m 47s
Evangelio Del Día Miércoles 15 de Febrero | Jesus Cura Nuestra Ceguera | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 15 DE FEBRERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde VI Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo III II Semana...

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Evangelio Diario
LITURGIA - 15 DE FEBRERO DE 2023
Ciclo A - Año I - Color Verde
VI Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo III
II Semana del Salterio
Primera Lectura Génesis 8, 6-13. 20-22
Salmo 115
Evangelio Marcos 8, 22-26

“Estaba curado y veía todo con claridad”

PALABRAS DEL SANTO PADRE
Con este milagro Jesús se manifiesta y se manifiesta a nosotros como luz del mundo (…) Todos necesitamos una luz nueva: la de la fe, que Jesús nos ha donado. Efectivamente ese ciego del Evangelio aclarando la vista se abre al misterio de Cristo (…) Si ahora os preguntase: “¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz?” (…) ¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa ante todo abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo (…) Otra falsa luz, porque es seductora y ambigua, es la del interés personal: si valoramos hombres y cosas en base al criterio de nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no somos fieles la verdad en las relaciones y en las situaciones (…) Y que esta nueva iluminación nos transforme en las actitudes y en las acciones, para ser también nosotros, a partir de nuestra pobreza, de nuestras pequeñeces, portadores de un rayo de la luz de Cristo. (Ángelus, 26 marzo 2017)


REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Hna. Ana Belén Verísimo García OP)
Acogiendo las pequeñas señales de Dios
La liturgia de la Palabra nos invita a parar y reflexionar. En medio de nuestras prisas, del ritmo que la vida, la sociedad y el consumismo nos imponen, podemos volvernos ciegos. Es decir, podemos perder o desatender la dimensión más profunda de la vida.
El diluvio como una recreación
Es muy conocido el relato del arca de Noé. Los estudiosos de la biblia nos presentan este relato como una historia con objetivo pedagógico. Se trata de transmitir un mensaje muy importante para todos los creyentes.
En un contexto en el cual las personas se olvidan del proyecto de Dios para toda la creación, el libro del Génesis nos presenta la historia de Noé, la historia de todas las personas que viven con integridad y honestidad la experiencia de fe traducida en la vida cotidiana.
Siempre atento a las señales de Dios, Noé inicia la ilógica y absurda construcción de una inmensa arca donde entrarán todas las especies animales y los miembros de su familia.
El diluvio acaba con todo lo que existe excepto lo que está protegido por el arca. El diluvio deja consecuencias desastrosas... pero da inicio a una nueva etapa, a una nueva creación... Y en esta nueva oportunidad, se pone en boca de Dios lo que en realidad, bien sea Noé, bien sea cada uno de nosotros, descubre al acoger la vida en su fragilidad: “No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre, porque el corazón humano piensa mal desde la juventud”.
Se toma conciencia de que podemos usar el regalo de la libertad para realizar el bien y el mal. Acogernos en nuestra condición humana, en nuestra vulnerabilidad, creyendo en que siempre es posible recomenzar porque Dios hace posible la vida. La experiencia del diluvio y de la destrucción, que a veces invade el corazón integro, fiel y honesto, no es la última palabra. Dios continúa siendo fiel y nos invita una y otra vez a estar al servicio de la vida, acogiéndola y amándola tal cual es.
Lo sacó de la aldea llevándolo de la mano
El evangelio de Marcos se caracteriza por ser breve y conciso. Y, en su brevedad, nos presenta la cura de dos ciegos en contextos muy diferentes y con mensajes muy importantes.
Hoy, el evangelio nos adentra en la cura del ciego de Betsaida. Esta cura se encuentra situada en medio de dos relatos en los cuales Jesús percibe que los discípulos no entienden ni comprenden quien es y cuál es su misión. Los discípulos están ciegos... también Pedro está ciego. Muy probablemente, nosotros también estamos ciegos.
El ciego de Betsaida es conducido hasta Jesús. Alguien o “alguienes” le llevan. No parece una persona con iniciativa propia. Y sin embargo, Jesús lo acoge en su pasividad, lo saca de la aldea, de su lugar conocido, de su confort... El ciego se deja conducir... Jesús le lleva de la mano... le guía... y sólo a las afueras de su entorno y mundo conocido, realiza el milagro de la visión. Un milagro que llama la atención por ser el único realizado en dos etapas. Probablemente estas dos etapas en la recuperación de la visión expresan que el discipulado es un proceso de adhesión al proyecto de Dios.
Y el corazón, como nos dice la primera lectura, acoge la capacidad para hacer el bien y el mal. Bien sea el propio corazón o el corazón de los demás.
Vivir el discipulado implica adentrarnos en el misterio que nos habita y que habita a las personas de nuestros entornos, implica acogernos con misericordia y ternura. Vivir el discipulado significa que estamos dispuestos a que nada ni nadie nos separe del camino de Dios. Y si nos separamos por algún motivo, si nos volvemos ciegos... el Maestro siempre está ahí para sacarnos de nuestro lugar y, con paciencia y amor, devolvernos la visión de la fe.


LECTURA DEL DÍA
Libro del Génesis
Gn 8, 6-13. 20-22
Cuarenta días después de que las aguas del diluvio habían ido bajando y ya se veían las cimas de los montes, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca y soltó un cuervo. Éste anduvo yendo y viniendo, hasta que se secó el agua en la tierra. Después soltó Noé una paloma, para ver si ya se había secado el agua sobre la superficie de la tierra. La paloma no encontró en dónde posarse y volvió al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra. Noé estiró el brazo, la tomó y la metió en el arca. Esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma, que regresó al atardecer con una hoja de olivo en el pico. Noé comprendió que el agua sobre la tierra era ya muy poca. Esperó otros siete días y soltó otra vez la paloma, la cual ya no regresó.

El primer día del primer mes del año seiscientos uno se secó el agua en la tierra. Noé levantó la cubierta del arca y vio que la tierra estaba ya seca.

Entonces salió del arca y construyó un altar al Señor; tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar. Cuando el Señor aspiró la suave fragancia de las ofrendas, se dijo: "No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre. Es cierto que el corazón humano se inclina al mal desde su infancia, pero yo no volveré a exterminar a los vivientes, como acabo de hacerlo. Mientras dure la tierra, no han de faltar siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche".


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Mc 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?" El ciego, empezando a ver, le dijo: "Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan".

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie".


Oración

Padre lleno de amor, tú que te complaces en la misericordia y no te dejas ganar en generosidad y compasión, perdona siempre nuestras faltas y todo aquello con lo que herimos a tus hijos alejándonos de tu casa y de tu mesa, así, con la luz de tu Espíritu Santo reconoceremos que tu amor es más grande que nuestras faltas y volveremos a ti con un corazón contrito y humillado.


Acción

El día de hoy ejerceré el perdón con quienes me han herido o lastimado y si yo he herido o lastimado a alguien, le pediré perdón y me reconciliaré con él o con ella.
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