Evangelio Del Día Sábado 6 de Agosto | Transfiguración | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 06 DE AGOSTO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Blanco XVIII Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II II Semana...
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Ciclo C - Año II - Color Blanco
XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
II Semana del Salterio
Primera Lectura 2 Pedro 1, 16-19
Salmo 96
Evangelio Lucas 9, 28-36
“Oraba, y el aspecto de su rostro cambió”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
No lo olvidemos nunca, mantener el corazón despierto no depende solo de nosotros: es una gracia, y hay que pedirla. Los tres discípulos del Evangelio así lo demuestran: eran buenos, habían seguido a Jesús al monte, pero solo con sus fuerzas no conseguían mantenerse despiertos. Nos sucede también a nosotros. Pero se despiertan justo durante la Transfiguración. Podemos pensar que fue la luz de Jesús la que los despertó. Como ellos, también nosotros necesitamos la luz de Dios, que nos hace ver las cosas de otra manera; nos atrae, nos despierta, reaviva el deseo y la fuerza de rezar, de mirar dentro de nosotros y dedicar tiempo a los demás. Podemos vencer la fatiga del cuerpo con la fuerza del Espíritu de Dios. Y cuando no podamos superar esto, debemos decirle al Espíritu Santo: “Ayúdanos. Ven, ven Espíritu Santo. Ayúdame: quiero encontrar a Jesús, quiero estar atento, despierto”. Pedirle al Espíritu Santo que nos saque de esta somnolencia que nos impide rezar. (Ángelus, 13 de marzo de 2022)
Reflexión del Evangelio de hoy (Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.)
Nosotros habíamos sido testigos oculares de su grandeza
Nosotros cuando anunciamos el poder y la gloria de la última venida de Cristo «habíamos sido testigos oculares de su grandeza».
Cuando se trata de informar acerca de acontecimientos, nada tan importante como que el testimonio fiel, de alguien que los haya visto.
El testimonio apostólico es:
-para confirmar la fe que se ha de poner en Él.
-para mantenernos firmes en la esperanza escatológica.
-el testimonio es: Evangelio; no son fantasías o fábulas que nada tienen que ver con Cristo.
Para garantizar la seguridad de la esperanza cristiana, el autor de la carta aduce dos pruebas: la transfiguración de Jesús v. 16-18 y la palabra de los profetas v. 19.
Celebrar la transfiguración es consolidar nuestra fe en Jesús el hijo de Dios. La filiación divina de Jesús, es lo más profundo de la revelación y lo más específico de la fe.
La fe apostólica, confirmada por los profetas sigue siendo "una luz" que ilumina nuestro camino de creyentes.
Hoy cree en la Palabra, traída del cielo, y apóyate en ella para que la misma luz divina, que transfiguró a Cristo, pueda nacer en tu corazón.
Mientras oraba el aspecto de su rostro cambió
Hoy el Evangelio nos revela cual es nuestro final: el mismo destino glorioso de Cristo Jesús.
Pero llegar a ese destino es seguir el mismo camino de Jesús Camino de oración, entrega, cruz... resurrección.
Ese recorrido implica subir con Jesús al encuentro con Dios, ir a la montaña, orar, estar pendiente de Él, ver su rostro que ahora resplandece y ver que sus vestidos brillan de blancos… reflejan que así como Dios se envuelve de esplendor y majestad como en un manto; Sal 104,2, Jesús se envuelve en luz divina.
Acompañando a Jesús tendrás la experiencia de que toda la revelación divina culmina en Cristo, en el misterio pascual, misterio de muerte y resurrección-transfiguración, verás su gloria.
Experimentarás tu encuentro con Jesús de un modo nuevo que te llena de paz, de sentido, de alegría, de luz divina, que te hace exclamar: qué hermoso estar aquí; creer en Jesús es una gozada, esto sí que merece la pena ahora sí.
En esa experiencia escucharás la voz del Padre que te dice: Este es mi hijo amado escuchadle.
La escena de la transfiguración ilumina nuestra mente para conocer:
-que Jesús es el hijo amado de Dios.
-que tenemos que escucharle a Él.
-que nuestra meta es una vida transfigurada en Dios
Lo que más nos transfigura es el amor; que en este día veas el amor de Dios por ti, en el rostro de Jesús; que veas tantos rostros transfigurados por el dolor; que veas tantos rostros transfigurados por la luz, la vida, la alegría…
LECTURA DEL DÍA
Primera lectura
Del Libro del Profeta Daniel
Dn 7, 9-10. 13-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi que colocaban unos tronos
y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve,
y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de él.
Miles y miles lo servían,
millones y millones estaban a sus órdenes.
Comenzó el juicio y se abrieron los libros.
Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro
2 Pedro 1, 16-19
Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco”. Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según S. Lucas
Mc 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de en¬tre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían en¬tre sí qué querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”.
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