Evangelios-014 Jesús habla con la samaritana
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Al finalizar la celebración de la pascua y habiendo acabado lo que había venido a hacer, Jesús inició su viaje de regreso a Galilea. El camino más sencillo para llegar...
show moreNos narra Juan 4:5-7 que “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua;”
Mientras los discípulos iban a la ciudad a comprar comida, Jesús fue al pozo donde solían venir los vecinos a sacar agua. Era mediodía y no había nadie sacando agua. Pero mientras Jesús descansaba, nos dice Juan que vino una mujer samaritana a sacar agua. Y Jesús inició una conversación con ella pidiéndole que compartiera un poco de su agua. La mujer respondió sorprendida: ”¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.” (4:9)
Sabía que él era judío, y no esperaba que le dirigiera la palabra a ella. Mas Jesús no compartía los prejuicios de sus paisanos. Él no había pasado por ahí para saciar su sed. Más bien, el que conoce los corazones necesitaba pasar por Samaria para poder hablar con esta mujer.
“Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” “La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” (4:10-11)
La pobre, al igual que Nicodemo cuando Jesús le habló, entendió literalmente las palabras de este. No es de culpar. Los propios discípulos, más tarde en la historia, confundirían sus palabras al decirles que tenía una comida que ellos no sabían. Si ellos habían ido a comprar la comida, ¿qué podría haber comido Jesús? ¿Es que alguien le había traído de comer? Él les tuvo que explicar: “Mi comida es que haga la voluntad de mi Padre”. Claro, Jesús no hablaba de agua y comida física. Él le estaba ofreciendo a la samaritana algo que solo Dios podía dar.
“Le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (4:13-14)
Como le había ofrecido a Nicodemo en Jerusalén, Jesús estaba ofreciéndole algo que cambiaría su vida de un estado temporal y fútil a uno eterno. El agua que Jesús ofrecía podía saciar eternamente.
La señora samaritana continuaba sin entender lo que Cristo ofrecía, por lo que le dijo: “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.”
Ella buscaba un cambio de rutina. Esperaba que lo que este judío tenía para ofrecerle hiciera su vida más fácil. Pero este no era el propósito de Jesús.
Viendo que la samaritana no entendía, Jesús giró la conversación para llamar su atención. “Ve y llama a tu marido” le dijo. Y ella, con toda sinceridad le dijo que no tenía marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad (4:17-18). ¡Este hombre parecía saber lo más íntimo de ella! ¿Sería un profeta? La samaritana aprovechó para preguntarle cuál era el lugar idóneo de adoración, ya que samaritanos y judíos discrepaban en este asunto; a lo que Jesús contestó: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” Jesús no entró en temas conflictivos sobre tradiciones y ritos, sino que la dirigió a la esencia: Adora a Dios en espíritu y en verdad.
“Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. (4:24-26). Al oír esto, la señora dejó su cántaro donde estaba y salió al pueblo a contarle a todos sobre Jesús, y leemos que a través del testimonio de ella los del pueblo vinieron a Jesús, y le rogaron que pasara un par de días con ellos, y muchos de ellos creyeron en Cristo.
Jesús necesitaba pasar por Samaria, porque había almas ahí dispuestas a creer en Él.
¿Piensas quizás que tú no sabes lo suficiente como para compartir con otros de Jesús? La samaritana no sabía mucho, pero cuando conoció al Mesías, fue a compartirlo con otros ¿Has tenido un encuentro con Cristo?. Simplemente comparte lo que el Señor ha hecho en tu vida. Tu historia personal puede ayudar a otros a encontrar la paz que solo Cristo puede dar.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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