Jonás-160 Jonás- Justicia y misericordia
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Si en los primeros tres capítulos de Jonás no pudimos saber lo que provocó que Jonás se rebelara contra Dios y saliera huyendo en la otra dirección, lo descubriremos en...
show moreCuando Jonás fue a Nínive y los habitantes de esa gran ciudad conocida por la violencia y la brutalidad con que trataban a sus enemigos, se arrepintieron y Dios los perdonó. Jonás debería haber estado feliz de haber sido un instrumento de misericordia en las manos de Dios, pero no fue así.
El versículo 1 del capítulo 4 nos dice que “Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó.” Se enfadó de ver lo ocurrido. ¿Qué era lo que tanto le disgustaba?
Continúa el texto diciendo: “oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.” (1:1-3)
Cuando pensábamos que Jonás estaría contento de haber sido rescatado del fondo del mar y haber sido usado para librar a los asirios de la destrucción, nos sorprende ver que estaba enfadado porque Dios los había perdonado. Prefería morir a ver cómo Dios rescataba a estas personas.
Jonás no deseaba la salvación de los asirios. Pero esta no era la primera vez que Jonás debía traer un mensaje de redención a un pueblo. En 2 Reyes 14:25 vemos que el mismo Jonás había profetizado en días de Jeroboam II, un rey que fue infiel a Dios. Y sin embargo, el profeta no había tenido ningún problema en darle las buenas nuevas de parte de Dios, que el pueblo expandiría sus fronteras por la misericordia de Dios. ¿Por qué podía Jonás dar buenas noticia a un mal rey de Israel y a su pueblo rebelde y no podía soportar que Dios fuera misericordioso con Nínive?
Nos dice el versículo 4 que Dios le preguntó: “¿Haces tú bien en enojarte tanto? Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad.”
Jonás ni contestó a Dios. Se hizo campamento mirando hacia la ciudad, pensando quizás que Dios acabaría destruyéndolos. Quería ver lo que ocurriría. Pero Dios le preparó una lección. Hizo Dios que una planta creciera, de modo que a la mañana siguiente cubriera a Jonás del sol, y este con gusto recibió tal regalo de Dios. Sin embargo, nos dice que al alba, Dios preparó un gusano que hirió la planta y esta se secó. A la mañana siguiente, donde estaba Jonás se levantó un viento solano y el profeta, al verse sin su protección, de nuevo deseó morir. Dios intervino para preguntarle de nuevo: “Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” (Jonás 4:9-11)
El libro, por desgracia, nos deja con la incógnita de lo que Jonás hizo con su vida. Parece que Jonás estaba jugando a ser Dios, decidiendo quién merecía la misericordia de Dios y quien debería recibir toda la retribución justa de su mal camino. No estaba dispuesto a someterse a los planes y decisiones de Dios.
Jonás parece querer justicia para los de Nínive. El deseo de justicia es una de las características del ser humano que muestra que somos hechos a la imagen de Dios. Ese sentimiento de justicia es divino, y sin embargo, vemos que en nosotros no es perfecto, a diferencia de la perfecta justicia de Dios. Eso es porque nosotros no somos perfectos como Dios. Somos seres marcados por el pecado; nunca podríamos ser completamente justos. Dependiendo de quien sea, a veces deseamos que el que hace mal sufra las consecuencias de su maldad, y otras deseamos la compasión de Dios. Nos molesta ver la misericordia de Dios cuando esta se extiende a los que nosotros no aprobamos, pero sí nos gusta recibirla para nosotros y los nuestros.
Esto sucedió con Jonás: puede que le tocara su ego cuando Dios le mostró misericordia enviando el pez que le llevaría a tierra seca, pero estaba agradecido de que Dios le hubiera dado otra oportunidad. Se enfadó cuando la planta dejó de darle cobijo, pero la había disfrutado sin parar a dar gracias por el regalo. Sin duda tampoco le molestó ver cómo la gracia de Dios se había extendido sin motivo hacia su pueblo Israel.
Y sin embargo, cuando Dios le dio una oportunidad a los ninivitas para arrepentirse, y ellos se arrepintieron, recibiendo el perdón de Dios, ¡Jonás se enfadó! Le dijo a Dios: ¡Lo sabía! ¡Sabía que les perdonarías! Por eso no quería ir! Ahí vemos que no era exactamente porque tuviera miedo de lo que le harían los de Nínive. Era más bien una cuestión personal. Él hubiera preferido que perecieran en su pecado. Eso es muy fuerte, ¿verdad? Dios es tan distinto; “no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. ¡Qué contraste!
Dejemos de ser hipócritas e inconsistentes. Si Dios me ha perdonado a mí, debo desear ese perdón para otros. Si al ver cómo Dios muestra misericordia a otro te enojas y te deprimes como Jonás, entonces debes confesar a Dios tu “injusta justicia” y pedirle que te de de Su misericordia para desearla y compartirla con otros.
El problema de Jonás era que no estaba dispuesto a aceptar los juicios de Dios. No estaba dispuesto a someterse a aquel que es juez justo, y que es capaz de mostrar justicia y misericordia en proporciones perfectamente equilibradas. Hacemos bien en dejar a un lado nuestros juicios imperfectos, y como dice el sabio en Proverbios 3:7, no ser sabios en nuestra propia opinión, sino temer a Dios y apartarnos del mal. Sigamos la exhortación de Santiago 4 a someternos a Dios, acercándonos a Él en humildad, reconociendo con el salmista que sus juicios son verdad, todos justos (Salmo 19:9).
Gracias a Dios por su justicia y su amor para cada uno de nosotros, que aún siendo pecadores, hemos recibido el regalo de salvación por medio de Cristo a través del arrepentimiento y la fe.
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Author | David y Maribel |
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